domingo, 19 de noviembre de 2017

Personas tóxicas: Cómo reconocerlas y evitar su influencia.




La gente es muy negativa, se pasa el día quejándose”. Seguramente hemos escuchado esta frase o alguna parecida en muchas ocasiones. Detectamos a nuestro alrededor a muchas personas que parecen vivir instalados en la queja, que nunca están conformes con nada, a las que todo les parece mal y con las que cuando intentas mantener un diálogo siempre parecen estar enfadados con el mundo.
Esto no sería un problema que debiera preocuparnos si se quedara ahí, en el ámbito personal de quien muestra estas actitudes. La dificultad se presenta cuando lo que hacen o dicen estas personas sí que nos afecta, cuando comenzamos a sentir que tanto a nivel emocional como físico, el contacto con ellas nos generan un desgaste y un malestar que realmente nos daña.
Todos conocemos a alguna persona que tras pasar un rato con ella, nos genera la sensación de que nos ha “vaciado”, que nos ha dejado sin fuerzas, sin energías. Algo así como una esponja que nos absorbe la alegría, la motivación, que se lleva lo positivo y nos deja en un estado de gran malestar. Y lo que es peor: en muchas ocasiones una profunda tristeza. Estas son las personas “tóxicas.
Bernardo Stamateas, psicólogo argentino muy conocido por sus libros “Gente tóxica” y “Emociones tóxicas”, nos recuerda que todos a lo largo de nuestras vidas nos hemos cruzado alguna vez con personas problemáticas (un jefe, un amigo, un familiar, un compañero de trabajo,…).
Stamateas nos visibiliza lo común de la presencia de estas compañías dañinas, haciéndose la siguiente pregunta: “¿quién no se ha enfrentado con un manipulador que quería que hiciera todo lo que él disponía, con un psicópata que se había predispuesto a hacerle la vida imposible, con un jefe autoritario que pensaba que podía disponer de su vida las veinticuatro horas del día, con un amigo envidioso que celaba todo lo que obtenía, o con un vecino chismoso que controlaba a qué hora salía y entraba a su casa y con quién?”.
Debemos aprender a identificar a las personas tóxicas, lesivas, y reconocer sus estrategias de cara a desactivarlas, para impedir que logren su objetivo de afectarnos y dejarnos esa huella de malestar y sentimientos negativos.
Estos sujetos disponen de muchas vías para “vampirizarnos”. Suelen atacar a través del chantaje emocional, de instalar en nosotros el sentimiento de culpa. También pueden descalificar cualquier cosa que hagamos,  haciéndonos sentir inútiles y socavando nuestra autoestima. O directamente siendo verbalmente agresivos con nosotros, intentando hacernos sentir débiles e inseguros, haciéndonos dudar de nuestras capacidades.
También nos podemos encontrar con un perfil “psicópata, el camaleón experto en cambiar de máscara, manipulador, engañando siempre en su propio beneficio. Añadiríamos también al chismoso, que nos puede intoxicar regando su veneno esparciendo rumores. Y nos podemos encontrar con otro espécimen especialmente irritante: el orgulloso, narcisista, quien cree que todo lo que hace es perfecto, que él mismo es perfecto, y que nadie puede llevarle la contraria, habiéndoles sido concedida la potestad de pisotear y descalificar a las personas que tiene cerca.
Y finalmente, uno de los perfiles más agotadores es el del quejoso, quien siempre tiene un motivo para pensar que el mundo está contra él, que hagas lo que hagas para ayudarle a solucionar su problema tiene otra queja más, que lo primero que hace cuando te ve es vomitar una perorata de quejas, reproches, lamentos y disgustos.
¿A quién le gusta estar cerca de personas que te dejan emocionalmente anémico?Cuando los encuentras en la calle, la reacción instintiva suele ser cambiar de acera inmediatamente mientras cruzamos los dedos para que no nos reconozca.
Otra manera de denominar a estos ladrones del bienestar es la que emplea la psicóloga Patricia Ramírez, quien utiliza el concepto “personas víricas”, definiéndolas como “aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o de cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida”.
Patricia Ramírez nos presenta una completa tipología de “víricos”:
  • Víricos pasivos. Los victimistas, los que echan la culpa de sus males a los que tienen alrededor. Nunca son responsables de lo que les ocurre. Obtienen la atención a través de la queja, y hacen sentirse mal al que no les presta la atención que ellos creen merecer. Estas personas nos contagian tristeza, frustración y apatía.
  • Víricos caraduras. Los que siempre piden favores, pero nunca dan nada, y cuando se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Estos víricos nos generan el sentimiento de aprovecharse de nosotros.
  • Víricos criticones. Su vida es aburrida o frustrante, así que destrozan todo lo que les rodea. Nunca reconocen los méritos de los demás ni hablan positivamente de nadie. Nos transmiten desesperanza, vergüenza e incluso culpa si participamos en su juego.
  • Víricos con mala idea. Todo lo anticipan y lo interpretan como algo negativo, a todo el mundo le ven una mala intención. Transmiten indefensión, inseguridad y ansiedad.
  • Víricos psicópatas. Son los que humillan, faltan al respeto, pegan, amenazan, provocan que te sientas ridículo y menospreciado,  dinamitando tu autoestima. Contagian miedo y odio.
Las personas somos animales sociales, necesitamos el contacto y las relaciones personales, así que ante un ambiente cargado de tanta toxicidad, ¿qué podemos hacer? Aquí les dejamos algunas “recetas”:
  • Reconocer, identificar, tomar conciencia de estar ante una persona tóxica y cómo nos afecta.
  • Marque los límites. Haga visible la situación que le molesta, háblelo abiertamente y de manera asertiva. Y si es necesario, ¡márchese! Recuerde que las personas tóxicas no intoxican a quien quieren, sino a quien pueden.
  • Mantenga como arma fundamental la amabilidad y las actitudes positivas(aunque cueste). Si se mantiene en su sitio, frenará los ataques.
  • Si sólo le hablan de problemas, y siempre es ese el único tema en sus contactos con alguien, hágale reflexionar, pídale que se active, y que busque soluciones. Usted no es un paño de lágrimas perpetuo ni un solucionador.
  • No permita que nadie critique delante suyo a personas que no están presentes. Si entra en ese juego, será igual que ellos.
  • Nunca deje que nadie le maltrate, le minusvalore ni le falte al respeto. Aleje de usted a los “psicópatas”.
  • Quíteles el poder: evite a estas personas, no les permita el acceso a su intimidad, abstráigase mentalmente de su presencia y comportamientos (no haga caso, no le dé importancia, no se ofenda).
Y sobre todo: no permita nunca que nadie le inocule el virus que le haga mutar en una persona tóxica.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

La especificidad del lector de filosofía.

Como leer filósofos clásicos y comprenderlos. 

¿Para que sirve leer filosofía? Y ¿Qué compromiso tiene comprenderla para el lector? ¿Y qué usos? ¿Qué utilidad específica aprehende el lector?. La especificidad de las ideas contenidas en el lector del "manual teórico" es por si misma única, arraigada a ciertas experiencias de la historia personal del lector y capaz de crear otros puentes futuros, es decir, capaz de unirse a enunciados que están por crear, dentro del concepto aprehendido. 

A esto me refiero con la especificidad del lector filosófico, a que este lector pretende reconocer el hecho de que la idea es aprehendida, y no puede, pero en el proceso adueñante de la idea en el mapa conceptual del sujeto, esta ocupa un espacio que antes no, y propicia que el objeto de nuestro pensamiento se transforme por y para si. La especificidad es posible entenderla desde la unidad y desde la multiplicidad. La idea que se va encerrando en el concepto, en realidad no se encierra sino que se especifica a si misma, se hace más concreta por las razones que ella misma descubre, la especificidad es la corriente hacia lo concreto que une unas ideas con otras. Y que transforma el autoconcepto de formas muy variadas e imperceptibles. 



Bajo esta proposición de la idea en el camino imparable hacia lo concreto, los textos filosóficos dan menos miedo. El lector tiene que saber que los textos traen consigo una gravedad típica de la historia personal del filósofo, y puede que al no estar claramente enfocado en el problema del gran filósofo que lee, se entorpezca y pierda en la lectura, pero lo más útil para él es seguir leyendo saltándose lo no comprendo, ya que es posible comprender a posteriori - la idea busca su verdad a pesar de ti . Es decir, leer a Aristóteles, a Kant o a Descartes no es cómodo. Menos aún enfrentarse a Hegel, Heidegeer o Wittgenstein. El problema - seguramente - es que nuestra comprensión se acostumbra a discursos más prácticos o técnicos y nos olvidamos que las formas del pensamiento son más simples. El patrón de reflexiones de los grandes filósofos siguen mostrando una realidad propia para el lector, decimos entonces que la lectura funciona, el lector camina por mapas de pensamientos (y qué mapas!, nada menos que de los pensadores que crearon las grandes diferencias de la historia de las ideas). Una buena forma de leer a los grandes también puede ser solo un chismear sobre temas especulativos auxiliares como; de responsabilidad municipal, tecnología o de empatía personal, existen toda clase de problemas menores. En la práctica en los escritos de los grandes filósofos se encuentra cualquier contenido, y sus formas lingüísticas nos proporcionan un modelo sólido sin el que no entenderíamos textos fundamentales de economía, sociología o política, aún cuando la lectura camine sobre un problema menor. 


Entonces que debo hacera para enfrentarme a un autor clásico. 



Tener un conocimiento previo de lo que vamos a leer no está de más - esto es la base filosófica que enseñan en la facultad, pero, no es indispensable para hacer una lectura, si no la tienes se puede seguir leyendo y el enfoque histórico vendrá después. Esto funciona por que el principio filosófico parte de la certeza de que las reflexiones sobre el mundo y su sentido tienen una lógica diversa afín a otros tipos de razonamientos. Jugar a hacer preguntas y respuestas filosóficas puede ser entretenido si se hace con la conciencia de llegar alguna parte, claro está, pero no tiene necesariamente que seguir el problema del autor. 



El gusto por la declaración teórica anda relacionado con el examen de las precisiones en lo que se lee, por la lógica del texto, por el descubrimiento de nuevos datos sobre la realidad. Porque enfocandonos en él lograremos ver el camino que invita a correr el escritor. Se puede contextualizar el texto proponiéndonos cuestiones como ¿cuándo se escribió esto?, ¿quién lo escribió?, ¿participaba el autor de una corriente filosófica? Estas contextualizaciones se logran buscando una recopilación de filosofía. Inclusive sirve normalmente el resumen que muchas obras traen en la tapa trasera. Es importante crear el vocabulario antes que empezar el libro, y hay que probarlo, no asignar un concepto a la palabra que contenga el libro a la primera. Digo esto porque las maneras de expresarse de uno y otro autor cambian enormemente. El espíritu y el absoluto en filósofos medievales como Averroes es diferente al de Hegel o Hume (que es crítico de este concepto) , y es que la diferencia es el arma de la filosofía, y se pretende siempre alguna cosa con ella. Tanto para el escritor como el lector filósofo. Cuando se lee y se observa que dos filósofos utilizan la misma palabra, núnca se refieren a lo mismo. Ni siquiera (o aún menos) los contemporáneos, y hasta en los casos de maestro a discipulo (Platón - Aristóteles o Hegel - Marx o Ortegga - Zambrano) la palabra siempre experimenta una transformación unida a la experiencia del escritor, se específica a si misma dotando de utilidad a la idea, y como atributo del sujeto propicia que este expanda su especificidad. 



Entonces en la lectura, si no se entiende la expresión del autor conviene seguir adelante. El afán de comprensión perfecta, lleva a un compromiso escaso. Leer una y otra vez una oración liado puede marearnos de manera que perdamos el ritmo del enunciado. Es mejor avanzar a pesar de que no esté todo totalmente claro, luego la perspectiva total puede aclarar conceptos, e inclusive es posible que la complicación no esté de nuestra parte, sino de la del texto (una mala traducción o erratas). No todo en filosofía se entiende, y eso no significa que no entendamos siempre un pellizco de filosofía. Lo que interesa es seguir la huella del erudito que era consciente de su concepto - aunque nosotros no.



El momento de hacer filosofía. 



Casi siempre, y más en los principios del lector de filosofía, se necesita un lugar y disposición adecuada. Necesitamos una cierta perspicuidad que nos permita concentrarnos. También podría ser que, mas no en todos los casos, se necesite una buena lámpara, un carboncillo y un café. También muy a menudo las ganas de comprender un concepto o crearlo se dan en momentos puntuales, hoy en día esto no es problema, solo hay que sacar el móvil e investigar todo internet rápida y eficazmente. Tomar el hábito que más te complazca para tratar la lectura como algo diferente, hacer filosofía es saciar una necesidad característica del ser humano, es transformar tus hábitos e inventarlos conforme a las ideas contenidas ya aprehendidas, no necesariamente es ir en contra de tus hábitos pero si transformarlos a través de la repetición de sus causas, conceptualizarlos constantemente y olvidar su forma cultural. Lo principal en la lectura de filosofía es reconocer que la idea no puede engañarte, que la idea se limpia de engaños a sí misma, que es específica y el lector cuanto más lee más especificidad se atribuye, es decir más razón y menos tristezas mueven sus ideas.


Artículo enviado para su publicación por el Autor



viernes, 3 de noviembre de 2017

El mito de la caverna de Platón: ¿Vives en la oscuridad o a la luz?


Jennifer Delgado Suárez


El mito de la caverna de Platón es uno de los mayores símbolos de la filosofía idealista. No solo ha influido en el desarrollo de la Filosofía y la Psicología sino que también ha marcado la forma de pensar de la sociedad occidental. Aunque en un primer momento puede parecer una idea antigua y desfasada, lo cierto es que este mito es una excelente metáfora que intenta reflejar la doble realidad en la que todos vivimos y de la que resulta difícil escapar. Por eso, en los tiempos de la posverdad, el mito de la caverna de Platón es más actual que nunca.

Quien vive en la oscuridad, se resiste a ver la luz


Hace algunos años Philip K. Dick escribió: “La realidad es aquello que no desaparece aunque dejes de creer en ella”. Sin embargo, ¿cómo podemos estar seguros de que lo que observamos es la realidad? Después de todo, mucho de lo que experimentamos es el producto de nuestra percepción y está mediado por nuestras vivencias internas.

Hace unos 2.400 años, Platón se planteó este mismo dilema e intentó explicarlo a través del mito de la caverna, que se ha convertido en una parábola muy interesante sobre el significado de la vida en sociedad y la naturaleza de la realidad. La describió en el Libro VII de la República, donde imagina una sociedad ideal.

Platón nos cuenta que un grupo de hombres han sido condenados desde su nacimiento a permanecer encadenados en las profundidades de una caverna. Nunca han podido salir de ella, y tampoco tienen la posibilidad de mirar hacia atrás para comprender el origen de esas cadenas o ver qué sucede a sus espaldas, fuera de la cueva.

Por tanto, se limitan a mirar las paredes de la caverna. Cada cierto tiempo por la entrada de la cueva pasan otras personas y animales. Los hombres encadenados solo pueden ver sus sombras y ecos, que se proyectan sobre las paredes de la gruta.


Los prisioneros perciben esas sombras y las nombran, creyendo que perciben cosas reales ya que no son conscientes de que son tan solo proyecciones de la realidad. Sin embargo, un buen día, liberan a uno de los prisioneros. Este sale a la luz, pero el sol lo ciega, encuentra que todo a su alrededor es caótico ya que no logra darle un sentido.

Cuando le explican que las cosas que ve son reales y que las sombras son meros reflejos, no puede creerlo. Finalmente se adapta y decide volver a la caverna para contarle al resto de los prisioneros su fantástico descubrimiento.

Sin embargo, acostumbrado a la luz del sol, sus ojos tienen problemas para distinguir las sombras en la oscuridad, por lo que el resto de los hombres encadenados creen que su viaje lo ha hecho estúpido y ciego. Por tanto, se resisten a creerle y ser liberados, recurriendo incluso a la violencia.

En este excelente vídeo se resume el mito de la caverna de Platón, os invito a verlo.




Grandes enseñanzas que podemos aplicar en nuestra vida


No creas que eres inmune al engaño y la mentira

Hay muchas personas que pueden sacarle provecho a tener a los demás en una situación de engaño y mentira, como a los prisioneros encadenados de la caverna. Y no se trata únicamente de las clases políticas o los poderes económicos dominantes, sino también de personas manipuladoras. De hecho, el gaslighting es un ejemplo emblemático de cómo alguien puede manipular la realidad para lograr sus objetivos.

Pensar que somos inmunes al engaño y la mentira, porque somos más listos o tenemos más experiencia, significa que ni siquiera nos plantearemos esa posibilidad, por lo que les estaremos dando ventaja en su juego de sombras chinescas. En su lugar, debemos cuestionarnos continuamente las cosas, incluso aquellas que siempre se han dado por sentadas, porque siempre hay una manera mejor, más conveniente o simplemente diferente de hacer y comprender las cosas.

No desaproveches los rayos de luz

De cierta forma, una parte de nosotros son esos prisioneros encadenados en la caverna. Una parte de nosotros se siente cómoda con los estereotipos y creencias familiares, con las tradiciones que nos hacen sentir seguros. Cuando vemos un rayo de luz que nos obliga a analizar esas cosas bajo otra perspectiva, nos asustamos y podemos actuar como los prisioneros, negando rotundamente la nueva realidad.

Es cierto que los cambios de paradigma pueden generar miedo porque nos arrancan los puntos de referencia al hacer que nos cuestionemos algunas de las creencias que dábamos por verdades absolutas, pero si realmente queremos crecer, no podemos apegarnos a ninguna forma absoluta de ver el mundo, debemos abrirnos al fluir de nuevas ideas y perspectivas.

Liberarse es duro

Liberarse de las cadenas, cuando estas siguen atando a los demás, suele ser un proceso emocionalmente complejo. No es fácil rebelarse cuando existe una dinámica social instaurada de la que hemos formado parte durante mucho tiempo.

Las revoluciones, ya sean sociales o personales, siempre implican emociones contradictorias y demandan concesiones. A lo largo del "proceso de liberación" no solo tendremos que lidiar con personas significativas que preferirán seguir encadenadas en la caverna sino que también tendremos que liberarnos de creencias que hasta ese momento formaban parte del núcleo duro de nuestra personalidad. Y eso puede generar malestar e incomodidad. Hay quienes piensan que los sacrificios no merecen la pena y prefieren seguir "encadenados", en el sentido metafórico. Sin embargo, tomes la decisión que tomes, lo importante es que has tenido la oportunidad de decidir por ti mismo.
La ignorancia es cómoda 

Alan Watts dijo que “la mayoría de la gente no solo se siente cómoda con su ignorancia, sino que es hostil con cualquiera que lo señale”. Esa es la misma idea que intentó transmitir Platón con su mito, de hecho, no debemos olvidar que algunas de sus ideas eran consideradas demasiado peligrosas para el status quo imperante y que le reportaron más de un sinsabor.

A veces pasamos por alto este detalle, de manera que intentamos brindarle luz a las personas con nuestro conocimiento, pero esas personas no están preparadas para asimilarlo. Las puertas de la mente no se pueden abrir de par en par cuando han estado mucho tiempo cerradas porque podemos exponernos incluso a una reacción violenta. La solución no es rendirse, sino ir abriendo poco a poco pequeños resquicios.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cómo mejorar la autoestima desarmando la autocrítica.




La autoestima es esencial para el equilibrio psicológico y emocional. Está en la base de la salud mental y en consecuencia sus desequilibrios están presentes en una gran parte de las disfunciones psicológicas que, como terapeutas, vemos a diario en nuestras consultas.
El ser humano se diferencia del resto de las especies, ente otras cosas, por sucapacidad para adquirir una conciencia de sí mismo, establecer su propia identidad, valorarla y posicionarse con respecto a ella: me gusto, no me gusto, me gusto en unos aspectos, no me gusto en otros. Parafraseando a Matthew McKayel problema de la autoestima está justo en esa capacidad del ser humano de autoenjuiciarse.
Siguiendo a este autor en su obra “Self-Esteem”, traducida como“Autoestima: Evaluación y mejora”, quiero hablar hoy de la base estratégica sobre la que gira el proceso de mejora de la autoestima que se describe en su manual: Detectar y desarmar a la crítica patológica.

Detectar a la crítica
El término crítica patológica fue acuñado por el psicólogo Eugene Sagan, refiriéndose a una voz interior que critica y mantiene la baja autoestima, una voz que sin necesidad de sustentarse en realidades interviene en cada una de las valoraciones que hacemos de la realidad que nos rodea.
Es esa voz que te recuerda lo mal que haces las cosas, lo poco que vales, lo poco que te esfuerzas, que te compara con los demás dejándote siempre en desventaja, que te marca objetivos inalcanzables y que te recuerda continuamente tus fracasos.
Ser capaz de detectar esta voz crítica para posteriormente desarmarla es fundamental para librarnos del malestar y el dolor que nuestras autovaloraciones negativas nos provocan. Y el primer paso para cazar esa voz crítica es oírla.
Es importante estar atentos a esa voz interior que nos asalta en cada una de las situaciones problemáticas que nos hacen dudar de nosotros mismos: Encuentros con extraños o con personas que te atraen, situaciones en las que has cometido un error o en las que te sientes especialmente observado o criticado, interacciones con figuras de autoridad, etc…
Es de gran ayuda anotar de manera sistemática todas aquellas evaluaciones negativas que a lo largo del día realizamos sobre nosotros mismos. Para ello McKay propone hacer un registro de tres columnas: “Autoevaluación negativa”, “Me ayuda a sentir o hacer”, “Me ayuda a evitar la sensación”. De este modo, además de cazar a la crítica, podremos establecer qué consecuencias nos ayudan a mantenerla.
Ejemplo: Una chica piensa tras realizar un aparcamiento: “He aparcado como una idiota; mira qué ángulo hace el coche”. En la segunda columna podría registrar “Me ayuda a prestar más atención la próxima vez”; y en la tercera columna: “Me ayuda a evitar la sensación de culpa por aparcar de manera tan insegura”.

Desarmar a la crítica

Una vez identificada la crítica es momento de desarmarlaA medida que analizamos nuestros pensamientos críticos, determinando qué nos ayudan a sentir o a evitar sentir, empezaremos a ver una pauta en sus ataques. Una vez establecida esta pauta estamos preparados para enfrentar la crítica. Para McKay el desarme de la crítica consiste en tres pasos: 1) desenmascarar su propósito, 2) responderle, y 3) hacerla inútil.

1. Desenmascarar su propósito

Conocer con claridad la función que desempeña la crítica en tu vida psicológica es fundamental para desenmascararla y quitarle gran parte de su fuerza. Conocer su propósito hace mucho menos creíble cada una de sus afirmaciones. Algunos ejemplos de cómo la crítica suele tener un claro propósito para aturdirnos:
  • Me estás atacando para obligarme a cumplir las reglas conque me han educado.
  • Me estás comparando con todo el mundo, para que de vez en cuando encuentre a alguien superior a mí.
  • Me estás menospreciando como solían hacer mis padres y te creo porque les creía a ellos.
  • Me estás maltratando para que rinda cada vez más y quizá me sienta mejor conmigo mismo.
Una vez identificado el papel que juega la crítica, es mucho más fácil obviar sus planteamientos irracionales.

2. Responder a la crítica

Es el momento de empezar a refutar y rechazar cada una de las autoevaluaciones negativas que nuestra voz crítica se empeña en transmitirnos, y que generalmente son arbitrarias y desordenadas.
Existen para ello diversas técnicas de base cognitiva cuyo objetivo final es la parada o detención del pensamiento negativo y su sustitución por pensamientos menos distorsionados y más ajustados a la realidad, normalmente mediante autoafirmaciones positivas. Es útil para este caso tener preparadas afirmaciones positivas para cada uno de los ataques esperados de la voz crítica.

3. Hacer inútil la crítica

Esta es sin duda la mejor forma de desarmar la crítica. Si conseguimos que esa voz deje de tener utilidad para nuestro bienestar psicológico, dejará de aparecer, por un simple mecanismo de extinción.
En el punto 1 nos esforzamos por conocer y entender el propósito de nuestra voz crítica, pero no es suficiente con ésto. Ahora es el momento de atender cada una de esas necesidades de un modo diferente y más adaptativo, es decir, de buscar alternativas sanas que nos ayuden a satisfacer esas mismas necesidades, que hasta ahora reforzaban y mantenían nuestra voz.
Ya sea que tu autoestima te haga pasar malos ratos, o simplemente como modo de mejorar tu bienestar psicológico, encontrarás que dedicar algunos esfuerzos a entenderla y mejorarla es un modo razonable de emplear tu tiempo.